¿Es adecuado sancionar una mala
conducta de un niño con la prohibición de la práctica deportiva?
“¡CASTIGADO! ESTA SEMANA NI
ENTRENAS, NI HAY PARTIDO, ASÍ APRENDERÁS…. ”
Todos conocemos esta frase pero, ¿sirve de algo? Sabemos la gran lista de
beneficios físicos que tiene el deporte:
- fortalece los músculos y huesos.
- previene la obesidad.
- previene el riesgo de
enfermedades tales como la diabetes.
- puede corregir posibles defectos
físicos.
- ayuda a coordinar movimientos.
- estimula la higiene y la salud.
- duermen mejor…
Pero, ¿y cómo herramienta educativa y psicológica también es
beneficioso? El cerebro de un niño/a deportista es más activo, la atención y la concentración
toman protagonismo, escuchan, asimilan, actúan según
directrices de sus entrenadores y a la vez se centran en movimientos sin perder
de vista a sus compañeros. Es su día a día en el entrenamiento.
Su práctica fomenta el ser perseverante, tolerar el error propio y el de los compañeros y aprender de ellos como parte
del proceso de aprendizaje. Los niños se sienten de este modo
protagonistas activos de su aprendizaje repercutiendo de una manera
valiosísima en su autoconfianza, autoconcepto y autoestima, compañeros
de viaje a lo largo de todas sus vidas.
Cada día que privas a tu hijo/a de la práctica deportiva impides su desarrollo
físico, mental y de su larga lista de beneficios. Desde pequeños la clave es
establecer los límites con firmeza y alternativas educativas ingeniosas para
que el castigo sea la excepción
y no la regla. En muchos casos, el castigo extingue la conducta de
manera puntual, pero la raíz del
problema no se soluciona y muchos niños siguen
“haciéndola” cuando pueden o cuando creen que no les ven.
El castigo de moda: “Te dejo sin…” Está demostrando que no es
efectivo y de allí conocidas expresiones: “le da igual que le deje sin…” Porque para que
sea castigo educativo tiene que suponerle un esfuerzo, algo que le ayuda a
autocontrolarse. Si le castigas
sin ir a entrenar no sólo no hace el esfuerzo que tenía
que hacer para desplazarse y en el propio entrenamiento, sino que además no
cumple con el compromiso que tiene con sus compañeros etc.… Es decir, estás fomentando la no responsabilidad.
Reflexión: son convenientes las pautas
claras y el dialogo en el momento adecuado para transmitir las
normas. Esta puede ser la clave para un
nuevo comienzo.
Aprenden
a socializarse con nuevos compañeros, a ganar y compartir
triunfos, a perder y saber tolerar la frustración, a experimentar emociones, a
controlar la impulsividad en unos casos y vencer la timidez en otros, a reducir
la ansiedad; a respetar las normas, al entrenador, a los jugadores rivales y a
los árbitros. Aprenden a
aumentar su confianza (porque de cada uno depende el resto
del equipo), se crean lazos de ayuda entre ellos, se fomenta la colaboración, se promueve una mejor
gestión del tiempo al tener que estudiar o hacer deberes,
les enseña a fijar metas, les desarrolla habilidades como el pensamiento
estratégico, la capacidad de liderar, se les desarrolla pertenencia a un grupo con
intereses y objetivos comunes, se
les enseña a ser responsables y a cumplir con lo que uno
se compromete y se comienza a desarrollar el hábito deportivo.
Entonces, desde los diferentes puntos de vista como padre, como entrenador y como coach
deportivo, ¿Qué ganamos
castigando a tu hijo sin entrenar o jugar? ¿Tendrá más tiempo para
estudiar? Posiblemente de una forma teórica sí, pero ¿usará
ese tiempo para ello? Los expertos dicen que en adolescentes hay un límite de
atención, que cada 45 minutos se debe dar un descanso, ¿crea algún
problema entrenando a media tarde en lo
que les gusta y les motiva? Si tu hijo está muy comprometido con el grupo, con
su deporte, con darlo todo entrenando…también sabrá comprometerse con la
exigencia del estudio con eficacia.
¿Qué mensaje le estamos dando si le quitamos, por ejemplo,
el partido? ¿Se ha esforzado? ¿Ha cumplido con su compromiso? ¿Crees
que debería obtener su premio y apoyarlo el sábado en la competición? El día es sobradamente largo para
que dé tiempo a todo, sólo hace falta un plan de acción para que organicen su
tiempo, para que aprendan a hacerlo. Dejemos que desarrollen su talento, que
experimenten para encontrarlo. No digo que vivan del deporte y menos del nuestro,
aunque quién sabe s¡ alguno se ganará la vida con esto el día de mañana…ya sea
jugando, entrenando, arbitrando etc. Lo que sí creo es que esta
forma de aprendizaje les puede aportar otras muchas cosas en su vida. Con toda
seguridad el deporte, especialmente el deporte colectivo, es una auténtica y
demostrada escuela para la vida.
Nuestra educación puede estar en
muchos casos planificada para desarrollar personas en serie con un pensamiento
y habilidades comunes. Empecemos a dejar volar el talento de las personas
para que luchen por sus sueños. ¿Os
preguntáis que notas sacaban Rafa Nadal, Miguel Induráin, Michael Phelps, etc…?
¿Y si sus padres hubieran coartado su talento por un castigo inadecuado? Lo
que la sociedad se hubiera perdido… Y si simplemente cada uno de nuestros
deportistas cumplen sus expectativas deportivas ya han conseguido las metas que
se habían propuesto. Esto ya representaría
el éxito individual pretendido.
Pensar que cuando castigáis a vuestro hijo, castigáis a todo
el grupo: a sus compañeros, a los entrenadores y a los
padres que no lo hacen. Porque todos somos una gran familia con la que nos
comprometemos al inicio de la temporada y si un miembro de ella falla, todos lo sufrimos.
LOS ENTRENADORES
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